Anoche una película me hizo cambiar la visión de mi propia naturaleza, quedé preso de la ingente aflicción que desprendían sus imágenes, símbolos de los que aún soy rehén por su inmensa capacidad de sugestión e hipnotismo. Se trata de "Melancholia" (Lars Von Trier, 2011), una secuela a nivel temático de "Anticristo" (2009) de la que tenéis un análisis aquí. Ambas tratan sobre mujeres expuestas a su naturaleza, a una visión retorcida del cosmos y su interactuación con el ser humano desde un punto de vista ciertamente esotérico que de momento conforman un hermoso y cruel díptico que probablemente cierre en forma de trilogía con su próxima película, sugerentemente titulada "Nymphomaniac".
Sinopsis: "En la boda de Justine, ella intenta fingir felicidad y contentar a sus invitados ocultando su verdadero estado de ánimo, mientras, un planeta desconocido se acerca a la tierra e influye en los comportamientos de la gente."
La danza de la muerte
Llama la atención, a priori, la forma de narración del relato, de nuevo como en Anticristo nos ofrece una obertura exquisitamente expuesta a todos los niveles (Fotografía, música, dirección artística) con un tema en contraste, aunque no tan directo como la cópula de su anterior película, en este caso esa cópula tiene lugar entre planetas y su baile es casi como un vals en el que lo femenino y masculino (en este caso los astros) juegan en un peligroso ballet hasta que el planeta melancolía penetra en la tierra.
En esta secuencia inicial, perfectamente acompasada, se nos dan las primeras premisas a nivel semántico; Justine (Kirsten Dunst) representa la noche bajo un traje de novia radiante, misteriosa y omnipresente, a la que uno es incapaz de quitar la mirada. Claire (Charlotte Gainsbourg) es el sol, fiel y de fuerte carácter, mientras que el niño Leo (Cameron Spurr) representa, en el centro, el advenimiento del nuevo planeta. Todas estas imágenes son sueños premonitorios de Justine, que sabe mucho más de lo que parece, aunque menos de lo que ella cree (atención al detalle del hoyo 19). Todo este prologo supone una magnífica sinfonía que en si misma tiene tanta potencia y semiótica como para ser un producto audiovisual individual, sólo que, como veremos más adelante, juega continuamente con lo que veremos a lo largo de la película en clave poética.
La película en realidad trata el tema del apocalipsis desde una perspectiva íntima y psicológica, evidenciando que el mundo que vivimos, el universo y todo lo que nos rodea a diario está condicionado por nuestra mirada y es por ello que el conflicto interplanetario también es el de un estado de ánimo, la melancolía, esa mezcla entre miedo y pena (cada una domina a una de las hermanas protagonistas) omnipresente a lo largo del metraje a un nivel tanto sensorial (es un drama psicológico) como científico (es cine de catástrofes), y es que el sentimiento de Justine es tan fuerte y su vacío tan profundo que es capaz de romper con las reglas morales de la sociedad (como ser infiel la noche de bodas) en un intento desesperado por sentir alguna emoción. En realidad, es una mujer aquejada de una fuerte depresión que cree que siguiendo los dictámenes de la sociedad y cumpliendo con los rituales de su cultura (la boda) cree que encontrará la felicidad que aparentemente ve en los demás. Sin embargo, pronto la ceremonia parecerá un baile de máscaras, en el que nadie se interesa por la novia más que de un modo egoísta y ella misma, que había decidido casarse casi como una diversión novedosa, siente a medida que pasan las horas cómo la tristeza se va apoderando de nuevo de ella. Una tristeza tal que consigue sacar de órbita a un planeta.
Hay varias claves esotéricas en la cinta, aparte de la lírica audiovisual del inicio, hay innumerables momentos como el comportamiento cada vez más salvaje y profano de Justine difícil de entender para Claire y su marido (Kiefer Sutherland), que es el representante del pensamiento racional y máxima contraposición a la corriente fatalista que advierte que el nuevo planeta destruirá la tierra. Otra clave se encuentra en los libros de arte de uno de los comedores de la casa, en los que podemos observar obras de muy diferente clase pero de estilo abstracto y hasta arbitrario, obras suprematistas y neoplasticistas, líneas y colores desprendidos de un espacio que flotan en el bagaje del destino, refuerzan la idea de ballet cósmico del film y en cierto modo también su catastrofismo.
La relación con la naturaleza y la muerte en el río |
Aunque una de las referencias más llamativas es la del mito de Ofelia, tanto en el cuadro de Millais que aparece brevemente como en una de las escenas del prólogo, en las que Justine flota, con traje de novia por un río sosteniendo unas flores, en una clara alusión al personaje y su mito. Aunque en cuanto a claves pictóricas cabe destacar por encima de estas al cuadro "Los cazadores en la nieve", que parece quemarse en la escena inicial y aparece más adelante en la biblioteca. En general, la película tiene cientos de claves, como la supuesta capacidad predictiva de Justine pero uno de los momentos líricos más extraordinarios del film que me gustaría recalcar tiene lugar junto a un riachuelo una noche de unión con la naturaleza en la que Justine deambula desnuda por el bosque mientras observa las estrellas, en un afán de seducir al planeta y atraerlo hacia ella.
Este planeta y toda la teoría científica que aparece, en realidad está basada en la idea de Nibiru o Planeta X, una teoría que lleva convulsionando el mundo científico muchos años y que consiste en la creencia de un planeta gigante, entre dos y cuatro veces el tamaño de Jupiter, con una órbita errante de tres mil seiscientos años que se extiende más allá del sistema solar y que los babilonios conocían. Sin ánimo de entrar ni en teorías conspiratorias ni mucho menos sólo quiero constatar que la base de la historia mantiene una dualidad entre el mito y lo sacro, el paganismo y la ciencia y cierto nihilismo que sobrevuela la cinta.
En cuanto a estructura la película se desdobla en dos; mientras que la primera mitad, dedicada a Justine, intenta ser de un formalismo absoluto (la perfección del ritual, en este caso la boda), tiene que ver en cierto modo con "Celebración"(Thomas Vinterberg, 1998), la película dogma del colega de Von Trier, aunque básicamente sólo se parecen en una parte de su temática, lo cierto es que hay un diálogo entre esa película y esta. La segunda mitad de Melancholia está dedicada a Claire y es una cuenta atrás en la que los sentimientos de fatalismo y apocalipsis se extrapolan al espectador de una manera asombrosa, constatando la impresión de estar ante una obra maestra.
El maestro de la polémica
Lars Von Trier se ha convertido a lo largo de los años en uno de los mejores directores de cine de la historia por méritos propios pero también en el más odiado por su verborrea y su poca capacidad de sociabilizarse conforme a las reglas. Precisamente ese es su lado más destacable; su inconformismo artístico, su riesgo, su manera de descomponer el alma y sobre todo la forma en que rompe las reglas, incluso cuando él mismo se las impuso (en el Dogma 95, ese juramento de castidad cinematográfica) lo hizo para poder saltárselo, es por tanto, un gran director de cine. En el último festival de Cannes fue declarado persona non grata por esto.
Nunca ha estado exento de polémica, en "Antichrist" (2009) le acusaron de misógino y megalómano, en "Manderlay" (2006) de racista, en Los Idiotas (1998) de ser demasiado explícito... y la lista continúa, es por ello que siempre ha sido en cierto modo "persona non grata", aun así, tiene la particularidad de subvertir las expectativas ofreciendo siempre el lado opuesto, ínfimo e interesante de cualquier tema, lo que para un cineasta de su categoría, dice mucho, por tanto esas películas concretas no son misóginas ni racistas, son las personas las que se escandalizan de lo que no entienden o no quieren creer.
Nunca ha estado exento de polémica, en "Antichrist" (2009) le acusaron de misógino y megalómano, en "Manderlay" (2006) de racista, en Los Idiotas (1998) de ser demasiado explícito... y la lista continúa, es por ello que siempre ha sido en cierto modo "persona non grata", aun así, tiene la particularidad de subvertir las expectativas ofreciendo siempre el lado opuesto, ínfimo e interesante de cualquier tema, lo que para un cineasta de su categoría, dice mucho, por tanto esas películas concretas no son misóginas ni racistas, son las personas las que se escandalizan de lo que no entienden o no quieren creer.
En resumen, el cine de Von Trier es una balsa de salvación en un mundo rodeado de convencionalismos. Por otro lado, no me extraña que Kirsten Dunst recibiera el premio a mejor actriz en el festival de Cannes, su composición de Justine la hace pasar de chica adorable a arpía de una escena a otra con completa convicción mientras que Charlotte Gainsbourg está también impresionante como madre temerosa con los pies en la tierra. Pero en general no se puede establecer una jerarquía de lo mejor de la película ya que todo está a un nivel superior, creo que lo que mejor la define fue la frase que soltó el director Thomas Vinterberg tras su visionado "¿Cómo se hace una película después de esto?". "Melancholia" es una película para experimentar, mejor en una sala de cine en la que no podrá apartar la mirada, ahora mismo estoy escribiendo bajo su fuerte influjo y creo que me costará mucho tiempo abstraerme de la atracción e hipnotismo que esta maravillosa película ha causado en mi.
CALIFICACIÓN:
OBERTURA / PRÓLOGO DE "Melancholia" (Lars Von Trier, 2011):
Por último os dejo algunas direcciones con otros análisis e información de "Melancholia" así como el hermoso principio, Como curiosidad, os dejo también un artículo sobre una película del mismo título de 2008 sobre este estado mental que escribí en CinemaSioner: Melancholia (Lav Díaz, 2008)
Buen artículo. La película me dejo fascinado. Y ojo también con las tres piezas musicales durante el baile de bodas (La bamba, She y la otra no me acuerdo).
ResponderEliminarFly to the moon. Ironico no?
Eliminar