El otro día estaba viendo "El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante" (Peter Greenaway, 1989) cuando recordé que hace unos cinco años, en una asignatura llamada "Historia de la representación escénica" hablamos sobre los rasgos, influencias y tendencias del cine de Greenaway y concretamente de esa película en particular, para quien no la haya visto decir que se trata de un film muy austero en cuanto a guión durante casi todo el metraje (una mujer engaña a su marido y éste se venga) que en el último tercio da un giro postmoderno imposible de haber sido plasmado en un guión clásico. La verdadera historia la cuentan las imágenes, desde el preciosista vestuario de Jean Paul Gaultier que es en si mismo una obra de arte hasta el excéntrico decorado de colores que siempre sugieren cierta violencia dentro de lo armónico y la elegancia natural del decorado, lo que eleva la teatralidad de la película a terrenos poco explorados incluso a día de hoy salvo en filmografías concretas (Fellini, Almodóvar, Suzuki o el propio Greenaway).
Hay otros ejemplos actuales en los que el escenario es en si mismo un personaje central que dice más del argumento que los diálogos y no me estoy refiriendo a películas con casas encantadas como "The Haunting" o "Los otros" sino a decorados o lugares absolutamente expresionistas utilizados con fines connotativos de cara a la historia. En un primer momento, esto podría considerarse la antítesis del postmodernismo, que busca el mayor realismo posible a través de la iconografía preexistente (la ciudad y el desierto de "Paris,Texas" o la visión del salvaje oeste de "Sin perdón") si bien también es muy dada a sacar de contexto lugares, un ejemplo perfecto de este postmodernismo sería el restaurante donde cenan los personajes de John Travolta y Uma Thurman en Pulp Fiction, un conglomerado de iconografía de los 50 pre-moderna.
Pero más allá de las características del cine de nuestro tiempo hay un elemento que en si mismo representa el barroquismo cultural actual a pesar de ser de una simpleza primitiva que asusta; el fuego.
El fuego es el elemento más llamativo visualmente, capaz de reflejar en cierto modo nuestras ansias más profundas y a la vez nuestros miedos instintivos. El fuego es un catalizador de emociones, que significa dolor y a la vez atracción, ejerce en nuestro interior un "entontamiento" que nos acerca al inconsciente. Las llamas en movimiento recrean un diabólico baile que nos impide apartar la mirada, una llamada a la que queremos responder pero que nuestro cuerpo repele, una llamada que sabemos, no debemos respoonder.
Cineastas como David Lynch han sabido sacarle partido a estos comportamientos irracionales, no en vano todo su cine es una mezcla de elementos hasta cierto punto abstractos con una simbología muy concreta y que llaman nuestra atención desde un plano sentimental más que racional. Creo que este es el principal motivo por el que la gente suele odiar el cine de Lynch, por esa imposibilidad de querer "dejarse llevar", lo que nos acerca al razonamiento que todos estos críticos hacen del cine de autor; el pensamiento de que la lógica y la razón es el único ámbito válido a la hora de valorar el cine, algo que obviamente es mentira, como todo arte que se precie de serlo. (Sé que todo esto suena muy snob, pero no deja de ser verdad que la manera más habitual de descalificar a un autor es insultar la inteligencia de aquel que disfruta con su obra y eso sí que es snob).
Volviendo al tema de Lynch, creo que toda su obra podría calificarse metafóricamente como llamaradas de fuego, puesto que suponen un reto al espectador, que él mismo debe descifrar usando su instinto y sus sentidos más que su lógica. Esta metáfora tan visual la utilizó en la serie "Twin Peaks" y más concretamente en su película "Fuego camina conmigo" (1992) en la que el fuego tiene un importante papel simbólico como paso de un mundo a otro (lo irracional contra lo racional). Otros cineastas han hecho uso de el elemento onírico para aterral al espectador desde la no comprensión. Una de las propuestas más interesantes es "Cure" (Kiyoshi Kurosawa, 1997) en la que la hipnosis y la sin razón parece llevar al asesinato, la "cura" o purificación.
En definitiva, el postmodernismo bebe pues de imágenes recicladas, mezclas de géneros y metalenguaje, que sin embargo en gran cantidad de casos es imposible de entender en su totalidad sin el elemento irracional, como esa extraña atracción visual que nos producen mirar directamente las llamas vibrar.
Este artículo que has escrito, es tan bueno que atrapa tanto como las llamas del fuego a las que haces referencia con el mismo. Es de lo mejor que he leído en tu blog, aunque confieso que tengo pendiente la lectura de anteriores entradas del mismo.
ResponderEliminarTambién disfruté y me reí bastante con tu artículo del cine de terror de la Hammer. Es muy bueno. Ese tipo de películas sí que las he visto, pero ya hace bastante tiempo. Algunas de hecho las tengo en Dvd. Como la de Rachel Welch y sus "enaguas"...jejeje
No todo el mundo es capaz de manejarse en el lenguaje del subsconsciente, y menos expresarlo con facilidad verbalmente como tú lo haces. Es verdad, un buen cinéfilo como tú, sabe apreciar conscientemente cosas que a otros les pasan desapercibidas y ello no supone snobismo alguno. Si acaso el snobismo no pasa por una descripción neutral -mas no por ello desprovista de sentimiento- de lo percibido, sino más bién por el tono que uno puede utilizar al describir. Un gran director de cine, da tanta importancia al continente como al contenido.
El fotograma de la película de Greenaway que has puesto, recuerda en su composición -en lo que al color respecta- al cuadro de Van Gogh "Mesa de billar" o al de Gauguin "La Arlesiana". Cuadros ambos que preconizan con su turbia atmósfera, el conflicto que ambos tuvieron posteriormente. Te lo digo porque nada más abrir tu blog, lo primero que me ha recordado el fotograma es a esos dos cuadros que yo he disfrutado en vivo, y sin saber de que iba tu artículo.
Ese rojo fuego y ese verde esmeralda entrecruzados no preconizan nada bueno. Es lo primero que salta a la vista.
Gracias Angel por el anterior artículo sobre el festival de Cannes. También está muy bién hecho, es conciso y directo, sin rodeos. Me servirá para seguirlo, al menos por la radio. Un abrazo. ;-)
¡Es verdad! a mi también me parece que Greenaway es muy pictórico en el uso del color y los encuadres. Y ahora que lo dices es cierto que es un fotograma muy posimpresionista; los alimentos de la mesa parecen podridos con esa tonalidad y no auguran nada bueno. Supongo que lo usa en contraposición a un lienzo flamenco clásico que preside el restaurante en varias escenas.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por comentar (y aportar tantísimo) ;-) ¡Saludos!