sábado, 5 de noviembre de 2011

Grandes momentos del cine musical

 No hay nada más imprescindible en un musical que las canciones, ya sean instrumentales o vocales, la trama la crea la música, y más allá de las horteradas clásicas que se pueden encontrar en el género (si, me refiero concretamente a Fred Astaire y Ginger Rogers) sirven para catalizar y ensalzar el sentimiento del espectador; nos une, por tanto, mucho más a la película.

 Las siguientes no son las mejores escenas de musicales de la historia, sino una recopilación subjetiva de algunos momentos geniales del mejor cine musical. Es por ello que no están las más conocidas como "America" de West Side Story ni "Do Re" de Sonrisas y lágrimas, indudablemente obras maestras del género, sino otros momentos no tan conocidos y muy especiales. 

Tonight [Ensemble] (West Side Story, 1961)

Las bandas de los portoriqueños y norteamericanos se van a batir en duelo por la noche para saldar las rencillas, todo motivado porque María (fantástica la voz de la cantante Marnie Dixon, que dobla a la sosainas Natalie Wood) y Tony (Richard Beymer) se han enamorado pero pertenecen a clanes rivales. Una revitalización de Romeo y Julieta en clave musical.

 Ésta podría decirse que es la canción más importante a nivel dramático es esta mezcla de varias canciones, cada personaje entona una canción que ya ha sido cantada en la película (salvo el de Rita Moreno) de distinta manera y que identifica sus aspiraciones. Así, este Tonight se convierte en el momento previo a que estalle el acontecimiento final, en el que todo se precipita mientras se pone el sol. Una de las mejores escenas de la historia del cine. 


Sueño... (Sout Park: Más grande, más largo y sin cortes, 1999) 


 Satán está descontento, su idilio romántico con Saddam Hussein no pasa por su mejor momento pues parece que a éste último sólo le interesa conquistar la tierra, este y otros temas están afectando a su relación y siendo una constante fuente de estrés para Satán y el infierno no es precisamente el sitio idóneo para relajarse dándose un chapuzón en la piscina con un par de cosmopolitan. A veces la gente no se da cuenta lo mucho que debe cansar pegar latigazos y condenar almas todo el día y seguir siendo el ser más odiado del planeta. Así las cosas Satán, un sentimental de los que ya no abundan, se desahoga ante nosotros en un admirable ejemplo de sinceridad que todos deberíamos seguir.

 Un ejemplo de cine subversivo a varios niveles, versionando un momento típico de los musicales en el que el protagonista sueña con una vida mejor (como en Los Miserables, por ejemplo) desde un punto de vista opuesto, con rehenes torturados como coro invitado y cruceros gays de por medio. Un genial momento para la mejor comedia de 1999.

Touch me (Rocky Horror Picture Show, 1975)


 La pareja formada por Brad y Janet pasan la noche en una terrorífica mansión repleta de travestis transilvanos, y aunque el sentido común quizás te haga optar por encerrarte en tu habitación a Janet (Susan Sarandon), le parece mejor idea irse a dar un paseo por los pasillos en liguero y sujetador a ver qué encuentra, así, descubre a Rocky, un escultural modelo fabricado en un quirófano que acaba de recibir una paliza de su creador, así, la maternal y virginal Janet parece seguir la máxima de "Afuera telarañas" y entregarse a la pasión carnal con el rubiato musculoso. Tonta no es.

I've Seen it all (Bailar en la Oscuridad, 2000)


Selma (una increíblemente genial Björk) es casi ciega y su hijo también heredará su condición si no le operan a tiempo, su vecino la ha robado el dinero que tenía preparado y ella ha tenido que hacer actos horribles para recuperarlo. Aquí se encuentra con su pretendiente (Peter Stormare) al que no corresponde, se da cuenta que no puede ver. Entonces entra un inesperado momento de reflexión en contra de nuestros principios más básicos, una oda a la ceguera, a la simpleza de la vida y la capacidad de la imaginación para hacernos visitar cualquier lugar.

Amado mío (Gilda, 1946)

 Una mujer encadenada no puede amar en su plenitud, al menos eso es lo que parece cuando Gilda (Rita Hayworth) decide irse a Montevideo a buscar un amor más allá de la cautividad de Buenos Aires, donde es controlada a todas horas por su marido y su amante. Esa pequeña oda a la infidelidad (que más adelante tendrá su redención), unida a la maravillosa Rita, una estrella que brilla como tal, capaz de hacer que cualquiera del sexo que sea se ponga a sus pies con esbozar tan sólo una sonrisa, hacen que esta escena mantenga una elegancia exquisita y apetezca ver una y otra vez. Aun así, siempre ha sido eclipsada por el "Put the blame on me", donde Gilda finalmente desata sus cadenas y nosotros la juramos un incondicional amor eterno.

1 comentario:

  1. Claro que si!! amado mío!! momentazo de pelicula!! me encanta tu post! congratulations!

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