sábado, 20 de febrero de 2010

The Pillow Book (Peter Greenaway, 1996)

  Los excesos cinematográficos de Peter Greenaway siempre han dividido a la crítica. Su uso del lenguaje escénico para retratar el curso vital del ser humano y las relaciones de éste con su cuerpo siempre han sido polémicas, ahí está "El Cocinero, el ladrón, su mujer y su amante". En esta ocasión, Greenaway se lanzaba de lleno en una obra profunda, contemplativa, reflexiva y nada complaciente. Un viaje al interior del ser humano que es a su vez una mirada al propio cuerpo, a nuestra piel como la huella de ese viaje que realizamos a lo largo de la vida.



 Sinopsis: "En Kyoto, en los años 70, un anciano calígrafo escribe con gran delicadeza una felicitación en la cara de su hija el día de su cumpleaños. Cuando se hace mayor, Nagiko recuerda emocionada aquel regalo, y busca al amante-calígrafo ideal que utilice todo su cuerpo como una hoja en blanco..."

 "The Pillow Book" o, "El libro de cabecera" que sería su traducción, hace referencia no sólo a ese libro (nuestro cuerpo) que es el diario de nuestra experiencia, sino también a una costumbre japonesa de guardar los diarios secretos bajo la almohada. La forma en la que está rodada y el tipo de estructura que presenta se sitúa en una corriente postmoderna antiestructuralista, por lo que el film muestra momentos de vanguardia cinematográfica como los momentos en que vemos en pantalla partida horizontalmente dos lugares diferentes que se plasman, superponen y cobran importancia dependiendo de la cantidad de espacio que ocupan en pantalla, esto, que podría producir un caos en el espectador está resuelto con brillantez, con lo que la armonía  predomina en el relato y uno nunca se siente confuso a pesar de la extravagante belleza de sus imágenes.

  A pesar de estos toques vanguardistas, la película se sostiene en una narrativa tradicional que sirve de base para experimentos de tipo visual como el antes mencionado, o de índole más conceptual, como el hecho de que la película siga durante 28 años de Nagiko (Vivian Wu) a modo de diario vital. Ni que decir que su máximo interés es transmitir al espectador esa sensación de suavidad o pequeños abruptos (dependiendo de lo que convenga) a través de la piel, máximo elemento catalizador de la película, que juega con la sexualidad como principal motor de la existencia (es la que genera la catarsis en los personajes y en la historia) y con el lenguaje (el personaje de Ewan McGregor, amante de Nagiko, habla cuatro idiomas) con lo que su historia puede ser contada con formas de ver la vida diferentes. Aquí es donde la trama avanza más, Nagiko es una modelo, por tanto vende su cuerpo a la mirada de los demás (muchos dirán que dignamente, otros que no, pero eso pertenece al pensamiento de cada uno). Esta mujer aprende a vivir gracias a la caligrafía y su cuerpo, antes denigrado y vendido, se transforma en obra de arte como un gusano en mariposa. Esta mujer usa la caligrafía y quiere escribir un libro-poema, sin embargo a su editor no le interesará hasta que empiece a escribirlos sobre los cuerpos de atractivos hombres que harán de libro y que, presentándose desnudos ante este editor, conseguirán llamar su atención hasta el punto de que se enganche a esos poemas, que Nagiko reparte en trece volúmenes-cuerpos y va entregando con cuenta gotas. También juega en algunas escenas con el límite entre lo pornográfico y lo erótico, lo sensual y lo meramente lascivo, estas dualidades ayudan a profundizar en ese contradictorio mundo existencial pero sin significado aparente por el que parece moverse la película. En cualquier caso, hay momentos de sexo repletos de ternura y cariño, que, unidos a una música muy bien elegida componen un montaje de música-imagen sensacional y hermoso.

  Otro elemento metafórico es el del tatuaje, cuyos usos pueden ser muy diversos y de caracter banal: por estética, moda, etc o social: pertenencia a un grupo, banda etc. Ambos son vistas en la película como actos de terrorismo contra el propio cuerpo, mancillan el cuerpo, dejan huella, pero una huella banal y con apenas significado. Lo que este film propone es otro tipo de filosofía respecto al tatuaje, una filosofía de narrativa corporal, Nagiko no prepara un diario, sino que es la propia vida la que la cuenta la historia. Ella pasa de ser el soporte, el libro sobre el que escriben, para ser el pincel, para dejar su huella en el mundo; esto queda recalcado en la última escena de la película que no desvelaré.

   El motivo fundamental de la película, este viaje vital, cobra una importancia artística elevada gracias a la representación escénica que se lleva a cabo. La mayor parte del film asistimos a un desfile de "Performances" inusualmente bellos y evocadores (normalmente me parecen una tomadura de pelo, pero Greenaway les da un significado metafórico) que hacen uso de la disposición del mobiliario o del ángulo de visión del espectador para "teatralizarnos" la película. Y es que en pocos momentos nos fragmenta el espacio o  la mirada, siendo este casi siempre neutral, con un uso del plano alejado que fomenta esa idea de performance o teatro experimental. A pesar de ese toque de clasicismo casi anticinematográfico la película rompe con la escenografía habitual mostrando una estructuralización del encuadre completamente nueva, poderosa y sobre todo, hipnotizante.

  Aunque a esta alturas ya ha quedado bastante claro, he de recordar que es una película hecha por y para los sentidos, con lo que la mayoría de espectadores se aburriran con este festival pseudo-onírico que filosofa sobre la filosofía. La banda sonora además no se impone a las imágenes, las complementa para generar una textura en el espectador y provocarle una emoción más allá de la historia que se narra, que tenga elementos de su propia vida. Precisamente esto es lo que me separa en ciertos momentos de la obra de Greenaway, pues su forma tan carnal y existencialista de ver el mundo me ha parecido siempre bastante dura, casi trágica, aunque precisamente eso es lo que hace que trascienda de mero celuloide y la convierta en obra de arte, su pulsión para provocar sentimientos en el espectador, aunque no sean deseados.

Calificación: 5 / 5




Trailer de "The Pillow Book":



3 comentarios:

  1. Es impresionante todo lo que se llega a transmitir a través de la pantalla grande... Hace que la imagen prime sublime ante el discurso... le acusan de derrochar un cine pedante, recargado y formalista... pero he de pensar (debido a su gran admiración por la pintura) que este director tan particular es casi más pintor de sus imágenes que escritor de las palabras que se alzan en el discurso. No por ello es de acusar, pues transmitir sólo con imagen y de forma tan sensual y pictoresca sin que parezca de otra calaña no es nada fácil.

    ResponderEliminar
  2. Sin duda es un cine de sensaciones, personalmente creo que la imagen es en si misma el discurso, me gusta mucho la forma de hacer las cosas de este hombre. Por cierto gracias!! primer comentario en el blog, todo un logro ;)

    ResponderEliminar
  3. hace años unos 12 o asi me la recomendaron y demas pero aun no la he visto

    ResponderEliminar